lunes, 4 de junio de 2012

EL UNIVERSO NO SE HIZO PARA NOSOTROS


En el prólogo a su obra Santa Juana, George Bernard Shaw describió a la ciencia como disciplina que abusa de nuestra credulidad, nos impone una visión extraña del mundo, intimida a la religión:

En la Edad Media, la gente creía que la Tierra era plana, para lo cual contaban al menos con la evidencia que les proporcionaban los sentidos: nosotros creemos que es redonda, y no porque un nimio uno por ciento de entre nosotros pueda aducir las razones de la física que explican tan peregrina creencia, sino porque la ciencia moderna nos ha convencido de que nada de lo que parece obvio es cierto, y de que todo lo mágico, improbable, extraordinario, gigantesco, microscópico, despiadado y atroz es científico.

[…]

¿No habría sido más satisfactorio que nos hubieran colocado en un jardín hecho a medida para nosotros, cuyos restantes se mantuvieran a nuestra disposición para que los utilizáramos cuando lo tuviésemos a bien? En la tradición occidental existe una historia similar, muy celebrada, sólo que allí no estaba absolutamente no todo a nuestra disposición. Había un árbol en particular del cual no debíamos participar, el árbol del conocimiento. El conocimiento, la comprensión y la sabiduría nos estaban vetados en esa historia. Debíamos permanecer ignorantes. Pero no pudimos resistirlo. Nos mataba el hambre de conocimientos; nos crearon hambrientos, piensa uno. Ahí residió la causa de todos nuestros problemas. En concreto, ésa es la razón por la que ya no vivimos en un jardín: quisimos saber demasiado. Mientras permanecimos indiferentes y obedientes, supongo, podíamos consolarnos con nuestra importancia y centralidad, y decirnos a nosotros mismos que éramos la razón por la que fue creado el universo. Sin embargo, tan pronto como fuimos cediendo nuestra curiosidad, a nuestras ansias de explorar, de aprender cómo es realmente el universo, nos autoexpulsamos del edén. A las puertas del paraíso se apostaron ángeles guardianes, blandiendo espadas en llamas, para impedir nuestro retorno. Los jardineros nos convertimos en exiliados y peregrinos. A veces sentimos nostalgia de ese mundo perdido, pero eso, me parece a mí, es sentimental y sensiblero. No podíamos ser felices permaneciendo ignorantes por siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario