martes, 19 de junio de 2012

EL SUEÑO ES LA TÓNICA GENERAL


Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros por escribir, gracias a Dios. Entonces, ¿esto? Esto no es un libro. Es un libelo, una calumnia, una difamación. No es un libro, en el sentido ordinario de la palabra. No, es un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios, al hombre, al destino, al tiempo, al amor, a la belleza… a lo que os parezca. Voy a cantar para vosotros, desentonando un poco tal vez, pero voy a cantar. Cantaré mientras la diñáis, bailaré sobre vuestro inmundo cadáver…

[…]

Aún antes de que empiece la música, la gente tiene cara de aburrimiento. Una fina tortura autoimpuesta, el concierto. Por un momento, cuando el director da unos golpecitos con la batuta, se produce un tenso espasmo de concentración seguido casi al instante por un repentino aletargamiento general, como un reposo tranquilo y vegetal inducido por el constante e ininterrumpido chispear de la orquesta. Yo, cosa curiosa, tengo la mente alerta, como si tuviera mil espejos dentro del cráneo. ¡Tengo los nervios tensos, vibrantes! Las notas son como bolas de cristal bailando sobre un millón de surtidores de agua. Nunca había asistido a un concierto con el estómago tan vacío. Nada se me escapa, ni siquiera la caída del más pequeño alfiler. Es como si no llevara ropa, cada poro de mi cuerpo fuese una ventana, todas las ventanas estuvieran abiertas y la luz me inundase las entrañas. Siento arquearse la luz bajo la bóveda de mis costillas, y mis costillas cuelgan ahí, sobre una nave vacía que tiembla con reverberaciones. No tengo la menor idea de la duración; he perdido la noción de tiempo y espacio. Después de lo que parece una eternidad, sigue un intervalo de semiinconsciencia equilibrada por una calma tal, que siento un gran lago en mi interior, un lago de resplandor iridiscente, fresco como gelatina, y sobre ese lago, alzándose en grandes y raudas espirales, surgen bandadas de aves de paso con patas largas y delgadas y plumaje brillante. Bandada tras bandada, se elevan de la superficie fresca y tranquila del lago y, pasando bajo mis clavículas, se pierden en el blanco mar del espacio. Y luego despacio, muy despacio, como si una vieja con toca blanca recorriera mi cuerpo, se cierran las ventanas y mis órganos vuelven a ocupar su sitio. De repente, se encienden las luces y el hombre del palco blanco al que había tomado por un oficial turco resulta ser una mujer con una maceta de flores en la cabeza.

[…]

El sueño es la tónica general. Ya nadie escucha. Es imposible pensar y escuchar. Imposible soñar ni siquiera cuando la propia música es un mero sueño.

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