«Tienes
que ser vida para mí hasta el final», según escribe. «Ésa es la única forma
como puedes sostener mi idea de ti. Porque, como puedes ver, has quedado ligado
a mí con algo tan vital, que no creo que pueda nunca desembarazarme de ti. Ni
tampoco lo deseo. Quiero que vivas cada día más vitalmente, puesto que yo estoy
muerto. Por eso es por lo que, cuando hablo de ti con otros, me siento un poco
avergonzado. Es difícil hablar de uno mismo tan íntimamente».
[…]
¡Qué
delicia debe de ser, para la sádica, encontrar a su propio masoquista! Morderse
a sí misma, por decirlo así, para probar el filo de sus dientes. En aquella época,
cuando la conocí, estaba saturada de Strindberg. Ese salvaje carnaval de
gusanos en que se recreaba, ese eterno duelo de los sexos, esa ferocidad de
araña que le había granjeado el aprecio de los obtusos patanes del norte, fue
lo que nos unió. Nos juntamos en una danza de la muerte y tan rápido me vi
absorbido en el torbellino, que, cuando volví a salir a la superficie, no pude
reconocer el mundo. Cuando me vi libre, la música había cesado; el carnaval
había concluido y a mí no me quedaba ni pizca de carne sobre los huesos…
[…]
Hacía sólo
unos días que se había aferrado a mí desesperada y después algo ocurrió, algo
que ni siquiera está claro para mí ahora, y por su propia voluntad subió al
tren y me volvió a mirar con esa sonrisa triste y enigmática que me
desconcierta, que es injusta, forzada, de la que desconfío con toda mi alma. Y
ahora soy yo, parado a la sombre del viaducto, quien tiende los brazos hacia
ella, quien me agarro a ella desesperado, y en mis labios aparece esa misma
sonrisa inexplicable, esa máscara que he colocado sobre mi pena. Puedo quedarme
aquí parado y sonreír inexpresivo y, que sea mi anhelo, hay un océano entre
nosotros; ella seguirá allí en la miseria y yo caminaré aquí de una calle a
otra, con lágrimas ardientes quemándome el rostro.
[…]
Donde quiera que haya paredes, hay carteles con
cangrejos brillantes malignos que anuncian la proximidad del cáncer. Vayas a
donde vayas, toques lo que toques, hay cáncer y sífilis. Está escrito en el
cielo; flamea y danza, como un mal augurio. Nos ha corroído el alma y no somos
sino un cuerpo muerto como la Luna.