jueves, 7 de junio de 2012

¿HAY ALGUIEN INTELIGENTE EN LA TIERRA?; EL PRIMER PLANETA NUEVO


Hay lugares, dentro y fuera de nuestras grandes ciudades, donde el mundo natural casi ha desaparecido. En ellos puede uno encontrar calles, callejuelas, coches, aparcamientos, vallas anunciadoras, monumentos de cristal y acero, pero ni un solo árbol, brizna de hierba o animal, aparte, claro está, de los seres humanos. Hay multitud de seres humanos. Solamente cuando uno mira hacia arriba, a través de las gargantas de rascacielos, puede vislumbrar una estrella o un pedacito de azul, vestigios de lo que había mucho antes de que la humanidad iniciara su andadura. Pero las deslumbrantes luces de las grandes ciudades hacen palidecer a las estrellas, y a veces casi desaparece el pedacito azul, teñido de marrón por la tecnología industrial.

No es difícil, trabajando cada día en un lugar así, que quedemos impresionados de nosotros mismos. ¡Cómo hemos transformado la Tierra para nuestro beneficio y conveniencia! Sin embargo, unos cuantos cientos de kilómetros hacia arriba o hacia abajo no hay humanos. Aparte de una fina capa de vida en la misma superficie de la Tierra, alguna intrépida astronave ocasional y un cierto número de interferencias de radio, nuestro impacto en el universo es cero. Nada sabe de nosotros.

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Estoy tumbado en un prado y el cielo me rodea. Me siento subyugado por sus proporciones. Es tan vasto y está tan lejos que hace palpable mi insignificancia. Pero no me siento rechazado por él. Yo soy una parte del cielo, minúscula, claro está, pero todo es minúsculo comparado con esa abrumadora inmensidad. Y cuando me concentro en las estrellas, los planetas y sus movimientos me asalta una irrefrenable sensación de organización, de mecanismos de relojería, de elegante precisión funcionando a una escala que, con independencia de lo alto a que apunten nuestras aspiraciones, nos hace pequeños y humildes.

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