A
propósito de noches lluviosas, como ésta, debo decirte que me entristecen por
una razón más de las que hay que nublen el espíritu de los otros.
[…]
En la
primavera de la vida, hasta las espinas florecen y hasta las penas tienen un
sabor de felicidad. Ese es el tiempo en que baila
delante del carro de la vida un cortejo de risueños fantasmas: el Amor con su
dulce premio, la Fortuna con su corona de oro; la Gloria con su aureola de
estrellas; la Verdad con su brillo de Sol, como dice el poeta Schiller.
[…]
Y es que
para el amor que nace poderoso, los minutos y las horas son siglos, y en las
almas enérgicas la vehemencia suple al tiempo.
[…]
¡Amistad!
Esta palabra, tan dulce y tan consoladora en la boca de un amigo, es áspera y
amarga en los labios de una mujer a quien se ama. Es de preferirse la
indiferencia o el odio. La amistad es entonces la limosna de la compasión, así
como la compasión es la limosna del alma.
[…]
Pero el
amor desgraciado impide trabajar o hace desfallecer pronto. Además, el trabajo
es impotente para producir el olvido. Es una desdicha; pero el bálsamo bendito
del trabajo no cura las heridas del alma. Yo me río de todos esos consejeros
inexpertos que recomiendan a los que han sufrido alguna gran desventura de
amor, que se refugien en el trabajo. Eso está bueno para las novelas; y aun
cuando suele ser un remedio eficaz sólo puede aplicarse a cierta gente.
Los que
aman como yo, no se curan así. Es preciso que otra gran pasión, tan dominadora
como la que nos ha abatido, venga a levantarnos de nuevo el camino triste de la
existencia. Y esta gran pasión tiene que ser diversa del amor, porque será
mentira para los que tienen un corazón por partida doble; pero yo creo que el
árbol del amor no florece más que una vez en la vida. Después suelen brotar en
él algunos retoños; pero caen marchitos al nacer.
¡Se puede
ser Don Juan muchas veces; pero Romeo…, sólo una! Eso explica, quizá, la
existencia de los libertinos y de los descorazonados.
[…]
La hoguera ardió voraz, pero se convirtió en
ceniza prontamente. Corazón herido, corazón muerto.
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