jueves, 24 de mayo de 2012

ATENEA


¿La curiosidad produce a veces los fenómenos mismos del amor?

[…]

Y me eché en un sillón, triste, pensativo, cada vez más inquieto. Por fin, ¿qué era aquello que yo sentía? ¿Amor o locura? Para el amor era demasiado pronto y demasiado raro. El amor es hijo del hábito, decía yo; es preciso haber sido envuelto por la nube magnética que se desprende de la persona amada, para sentirse preso y encadenado. ¿Pero esto es una verdad constante? ¿No se puede amar de súbito y como víctima de un deslumbramiento? ¿El dardo de la fábula no puede clavarse en un instante, también en la vida real? ¿Acaso el amor no es una enfermedad que se contrae en una sola mirada, al escuchar un acento, al estrechar una mano? Todas estas ideas desfilaban ante mí como extrañas paradojas en que nunca había parado la atención. Yo no había amado así nunca, pero ¿es que se ama siempre del mismo modo? ¿En el amor, el procedimiento es siempre igual?

En resumen, si esto no era amor, seguramente era locura.

[…]

Pero, ¿quién es esta mujer? Y, ¿qué encanto tienen sus ojos, sus palabras, su sonrisa?

No sé; pero nunca he podido concebir cosa semejante. ¿Es una maga realmente?, o ¿soy yo, con mis prevenciones apasionadas, con mi espíritu enfermo, con mi soledad de tantos años, quien ha forjado esta influencia satánica o celeste que así me trastorna?

No sé; no quiero averiguarlo. Estoy medio loco y necesito embriagarme y dormir, olvidarme, reparar en un reposo absoluto mis fuerzas extinguidas…

Un vino espumoso y generoso, y un sueño pesado me harán bien.

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