jueves, 3 de mayo de 2012

JOSUÉ


Es cierto que josué, viendo que el sol declinaba y que las bajas sombras de la noche protegerían lo que aún quedaba del ejército amorreo, levantó los brazos al cielo, ya preparada la frase para la posteridad, pero en ese instante oyó una voz que le susurraba al oído, Silencio, no hables, no digas nada, reúnete conmigo a solas, sin testigos, en la tienda del arca de la alian­za, porque tenemos que conversar. Obediente, Josué entregó la dirección de las operaciones a su sustituto en la cadena jerárquica de mando y se dirigió rápidamente al lugar del encuentro. Se sentó en un taburete y dijo, Aquí estoy, señor, hazme saber tu voluntad, Supongo que la idea que te nació en la cabeza, dijo el señor que estaba en el arca, era pedirme que parase el sol, Así es, señor, para que ningún amorreo escape, No puedo hacer lo que me pides. Un súbito pasmo le hizo a Josué abrir la boca, Que no puedes hacer que el sol se de­tenga, y la voz le temblaba porque creía estar profi­riendo, él mismo, una horrible herejía, No puedo hacer parar el sol porque parado ya está, siempre lo ha estado, desde que lo dejé en aquel lugar, Tú eres el señor, tú no puedes equivocarte, pero no es eso lo que mis ojos ven, el sol nace en aquel lado, viaja todo el día por el cielo y desaparece en el lado opuesto, hasta regresar a la mañana siguiente, Algo se mueve real­mente, pero no es el sol, es la tierra, La tierra está parada, señor, dijo Josué con voz tensa, desesperada, No, hombre, tus ojos te engañan, la tierra se mueve, da vueltas sobre sí misma y va girando por el espacio alrededor del sol, Entonces, si es así, manda parar a la tierra, que sea el sol el que se pare o que se pare la tierra, a mí me es indiferente siempre que pueda liqui­dar a los amorreos, Si yo hiciese parar la tierra, no se acabarían sólo los amorreos, se acabaría el mundo, se acabaría la humanidad, se acabaría todo, todos los se­res y cosas que aquí se encuentran, incluso muchos árboles, a pesar de las raíces que los prenden a la tie­rra, todo sería lanzado como una piedra cuando la sueltas de la honda, Pensaba que el funcionamiento de la máquina del mundo dependía nada más que de tu voluntad, señor, Ya la ejerzo demasiado, y otros en mi nombre, por eso hay tanto disgusto, gente que me ha dado la espalda, algunos que llegan hasta el punto de negar mi existencia, Castígalos, Están fuera de mi ley, fuera de mi alcance, no los puedo tocar, es que la vida de un dios no es tan fácil como creéis, un dios no es señor de ese permanente quiero, puedo y mando que se supone, no siempre se puede ir en línea recta hasta conseguir los fines, hay que dar rodeos, es verdad que puse una señal en la cabeza de caín, nunca lo has visto, no sabes quién es, pero lo que no se entiende es que no tenga poder suficiente para impedirle que vaya a donde su voluntad lo lleve y haga lo que entienda, Y nosotros, aquí, preguntó josué, con la idea siempre puesta en los amorreos, Harás lo que habías pensado, no te voy a robar la gloria de dirigirte directamente a dios, Y tú, señor, Yo limpiaré el cielo de las nubes que en este momento lo cubren, eso se puede hacer sin ninguna dificultad, pero la batalla tendrás que ganar­la tú, Si tú nos das ánimo estará terminada antes de que el sol se ponga, Haré lo posible, ya que lo impo­sible no se puede. Tomando estas palabras como des­pedida, josué se levantó del taburete, pero el señor le dijo todavía, No le contarás a nadie lo que aquí ha sido tratado entre nosotros, la historia que se repetirá en el futuro tendrá que ser la nuestra y no otra, josué pidiéndole al señor que detenga el sol y él haciéndolo así, nada más, Mi boca no se abrirá salvo para confir­marla, señor, Vete y acaba con esos amorreos. Josué volvió al ejército, subió a una colina y levantó otra vez los brazos, Oh, señor, gritó, oh, dios del cielo, del mundo y de israel, te ruego que suspendas el movi­miento del sol hacia el ocaso a fin de que tu voluntad pueda ser cumplida sin obstáculos, dame una hora más de luz, una hora sólo, no vaya a suceder que los amorreos se escondan como cobardes que son y tus soldados no logren encontrarlos en la oscuridad para ejecutar en ellos tu justicia, quitándoles la vida.

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