sábado, 7 de mayo de 2011

26 DE MAYO

Escucha, amigo mío, una comparación; sucede con esto como con el amor: un joven con el corazón virgen y sensible se apasiona por una muchacha linda y amable; se pasa las horas a su lado; prodiga su fortuna, hace uso de todas sus facultades para probarle a cada momento que es enteramente suyo, sin la menor reserva. Y he aquí que sobreviene un hombre formal, con un empleo de Estado y un uniforme galoneado, que le dice: “Joven, el amar es propio del hombre, amad, pues pero amad como un hombre; repartir como es debido las horas del día; consagrad las unas al estudio, al trabajo, y las otras a vuestro ídolo; haced un cálculo exacto de vuestras rentas, de cuánto será lo superfluo que os quede después de haber provisto a todo lo necesario. Yo no os prohíbo que le hagáis algunos regalitos, per contados y en épocas fijas, como por ejemplo el día de su santo, etc.” Si nuestro joven se conforma a los preceptos del pedante, llegará a ser un personaje muy útil, y yo sería el primero en aconsejar a cualquier príncipe que le emplease en su cancillería; pero, por lo tocante a su amor, pronto habrá desaparecido, y si es artista, su talento no tardará en esfumarse.

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