lunes, 16 de julio de 2012

UNA NOTA ACLARATORIA SOBRE LA LOCURA


La locura no es divertida. Y cuando se vive en compañía, menos aún.

Cada locura crea un mundo inaccesible. Si algo no es social, es la demencia. Primera paradoja: lo que ustedes llaman “la locura”, es un alfabeto pervertido, una torre Eiffel diseñada para el descenso del cielo. Una serie de mensajes envenenados.

La locura es la gran constructora de lo contrario. Con los mecanismos que habitualmente se usan enlazarse con otros, ella utiliza la comunicación para desinformar a uno mismo y a los demás. La locura es la gran bruja mentirosa suprema.

La locura es engaño y la demencia es soledad. ¿Estamos?

Cada locura se cierra sobre sí misma y constituye un espectáculo terrible para los demás, si es que en este mundo alguien puede percibirla como tal. Que unos coman tierra, que otros busque cosas en el paisaje que no están más que en una esquina recóndita de su mente; no son más que muestras exteriores. El verdadero monstruo no es tan visible, es el hombre combatiendo contra un diablo persona e intransferible que lo derrota día a día. Hay locuras lúcidas, divertidas, exóticas y desde luego inocentes, y las hay terribles, sangrientas, como maremotos que a su paso destruyen todo, llenan de dolor, brotan como violencia.

Y a veces esos demonios son contagiosos.

La locura es el infierno.

Lo sé, porque he vivido en él y dentro de él. Con ellos y conmigo.

Y uno se aferra a confirmarse en la visión de los demás e intenta una vida propia inteligente. ¿Y cuando los demás devuelven nuevas deformaciones a la visión del espejo? Por eso no siempre la razón te permite ser los otros, entender a los otros, verte con sus ojos. Uno sale de las brumas. La Nada. Y nada en un mar nocturno viscoso; y la memoria no ayuda: ¿Quién era ayer? ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo me llamo? ¿Por qué observo con tanta atención las manches de humedad en la pared de los lavaderos intentando extraerles sentido? ¿A qué le tengo miedo? El horror de tenerle pánico al miedo. Intento nadar. La mente nada elegantemente entre las brumas. Y hay que aferrarse a su voluntad de estar a flote, porque aunque duela, sólo eso impide el abandono, el dejarse ir hacia el fondo, la tentación del fracaso, el permiso a la derrota y el hundirse en el caos de las libres asociaciones, las manías, las obsesiones, la libertad.

La lucidez es una cárcel repleta de reglas y sacrificios. Duele. Pero mata a los monstruos, detiene el viaje hacia el infierno.

La lucidez es lo contrario a la libertad, pero la derrota lo es y más aún. Calderón de la Barca, en su inmenso ingenio se equivocaba. Cito por el placer de evocar el sonido de los versos:

Sólo quisiera saber,
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pudo ofender,
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?

Iluso Calderón, inocente su dios. No hubo maligna elección. Nada tiene que ver el dios de Calderón con todo esto. La locura es humana, es una elección personal ante la incapacidad de vivir con uno mismo, es terrenal, es infernal.

Sólo la lucidez es el paraíso.

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