lunes, 2 de julio de 2012

¡SOY INHUMANO!


En un tiempo pensaba que ser humano era el objetivo más alto que podía tener un hombre, pero ahora veo que estaba destinado a destruirme. Hoy me siento orgulloso al decir que soy inhumano, que no pertenezco a los hombres ni a los gobiernos, que nada tengo que ver con credos ni principios. Nada tengo que ver con la crujiente maquinaria de la Humanidad: ¡pertenezco a la Tierra! Digo esto con la cabeza reclinada en la almohada y siento los cuernos que me brotan en las sienes. Veo a mi alrededor a todos esos antepasados míos bailando en torno a la cama, consolándome, incitándome, flagelándome con sus lenguas viperinas, sonriéndome y mirándome de reojo con sus siniestras calaveras. ¡Soy inhumano! Lo digo con una sonrisa demente, alucinada, y seguiré diciéndolo aunque lluevan cocodrilos.

[…]

En la maravillosa paz que me inundaba, me pareció como si hubiera subido a la cima de una montaña alta; por un rato iba a poder mirar a mi alrededor, asimilar el significado del paisaje.


Los seres humanos constituyen una fauna y flora extraña. De lejos parecen insignificantes; de cerca, feos y maliciosos. Más que nada necesitan estar rodeados de suficiente espacio: de espacio más que de tiempo.

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