jueves, 24 de marzo de 2011

NATURALEZA Y MARAVILLA: UN RECONOCIMIENTO DEL CIELO

Thomas Wright, que escribió: “En cuanto a lo que decís acerca de que he dejado mi propia morada fuera de mi esquema del universo, después de viajar tan lejos hacia el infinito como para perder la visión de la Tierra, creo que debo contestar como hizo Aristóteles cuando Alejandro, mirando el mapa del mundo, le preguntó por la ciudad de Macedonia. Se cuenta que el filósofo le dijo al príncipe que el sitio que buscaba era demasiado pequeño para prestarle atención y que había sido omitido con motivo. El Sistema Solar –prosigue Wright-, comparado con una diminuta parte de la creación visible es sólo una pequeña porción del universo conocido, por lo que en una panorámica tan limitada de la inmensidad del espacio, el lugar que ocupa la Tierra creo que es de muy escasa consecuencia”.

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Muchas religiones han intentado hacer grandes estatuas de sus dioses, con la idea, supongo, de hacernos sentir pequeños a nosotros. Pero, si éste era su objetivo, ya pueden quedarse sus míseros íconos. Para sentirnos pequeños basta con que levantemos la mirada.

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Como ha señalado Ann Druyan, un creador inmortal es por definición un dios cruel, porque él, que nunca tiene que enfrentarse al temor de la muerte, crea en cambio innumerables criaturas que sí tienen que hacerlo. ¿Por qué hacer algo así? Si él es omnisciente, podría ser más amable y crear seres inmortales, protegidos del peligro de la muerte. Sin embargo, crea un universo en el que muchas de sus partes, quizás la totalidad del mismo, mueren.

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Permítanme leer un pasaje de Thomas Paige, de The Age of Reason [La Edad de la Razón]. “¿De dónde –pregunta Paine-, de dónde pudo surgir la soberbia y extraña presunción de que el Todopoderoso, que tenía millones de mundos dependientes por igual de sus protección, pudiera desentenderse de todos los demás y venir a morir al nuestro porque, dicen, un hombre y una mujer comieron una manzana? Y, por otro lado, ¿debemos suponer que todos los mundos de la ilimitada creación tuvieron una Eva, una manzana, una serpiente y un redentor?”

Lo que Paine está diciendo es que nuestra teología está centrada en la Tierra y atañe sólo a un pequeño trozo de espacio; y que, cuando damos un paso atrás y alcanzamos una perspectiva cósmica más amplia, nuestro mundo en realidad es insignificante. Y, desde mi punto de vista, hay además un problema general que afecta a gran parte de la teología occidental, y es que el dios retratado es demasiado pequeño. Se trata del dios de un mundo diminuto y no el dios de una galaxia, menos aún de un universo.

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