jueves, 21 de abril de 2011

ACTO TERCERO ESCENA SEGUNDA

CANCIÓN
Dime dónde nace la compasión.
¿En el corazón, o en el cerebro?
¿Cómo se engendra? ¿Cómo se nutre?
Responde, responde.
Se engendra en los ojos,
se nutre con miradas y muere
en la cuna donde reposa.
Repiquemos todos el que toque funeral de la pasión.
Voy a comenzar: ¡Din, don, ton!

[...]

PORCIA
-Vedme aquí, señor Bassiano, tal como soy. Por lo que a mí se refiere, no alimentaré ningún ambicioso deseo de ser mejor de lo que soy; pero por vos quisiera poder triplicarme veinte veces; quisiera ser mil veces más bella, mil veces más rica; y, en fin, solamente por elevarme más de lo que vos me estimáis, quisiera en riquezas, en virtudes, en hermosura, en amigos, exceder todo cálculo. Pero la suma total de mi persona equivale a cero; es decir, para expresarme con brevedad equivale a una joven sin instrucción, sin saber, sin experiencia, dichosa ante todo de no ser aún tan vieja que no pueda aún aprender; más feliz, porque no es tan falta de talento que no pueda aprender; y del vuestro, para que lo que dirija como su dueño, su gobernador y su rey. Mi persona y lo que me pertenece os son transferidos y se convierten en vuestros; no hace más que un instante yo era la soberana de tese espléndido castillo, el ama de mis criados, la dueña de mí misma. Y ahora, ahora este castillo, estos criados, esta persona que soy, son vuestros, seño. Os los doy con este anillo. Si alguna vez os separáis de él, o perdéis o lo dais, que sea presagio de la ruina de vuestro amor, y para mí la legítima ocasión de quejarme de vos.

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