lunes, 11 de abril de 2011

ACTO SEGUNDO ESCENA SEXTA

GRACIANO
-Y es verdaderamente extraño que esté en retraso con su hora, pues los amantes tienen siempre la costumbre de adelantarse al reloj.

SALARINO
-¡Oh! Las palomas de Venus vuelan diez veces más aprisa cuando se trata de sellar lazos de amor nuevamente contraídos, que cuando intentan evitar la ruptura de una fe empeñada.

GRACIANO
-Eso es de eterna aplicación. ¿Quién se levanta nunca de la mesa con un apetito tan abierto como cuando se ha sentado? ¿Dónde está el caballo capaz de volver sobre las huellas de su fatigosa jornada con el fogoso brío con que la recorrió primero? Todas las cosas de este mundo se persiguen con más ardor con que se gozan. ¡Cuán semejante a un jovenzuelo o a un niño pródigo es la barca empavesada que sale de la bahía natal acariciada y besada por el viento juguetón! ¡Y cuán semejante también al hijo pródigo, vuelve con sus flancos averiados por las borrascas, sus velas en jirones, estropeada, hendida, despojada de todo por el viento huracanado!

[…]

LORENZO
-Maldito sea si no la amo con todo mi corazón, porque es discreta, si la juzgo bien; es hermosa, si mis ojos no me engañan; es sincera, como lo ha probado hace un momento; y es por eso, por hermosa, discreta y sincera, ocupará siempre de lleno mi alma constante.

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