De hecho, sólo acabaría
apareciendo mucho más tarde, en una fecha de la que no quedó registro,
para expulsar a la infeliz pareja del jardín del edén por el crimen
nefando de haber comido del fruto del árbol del conocimiento del bien y
del mal. Este episodio, que dio origen a la primera definición de un
hasta entonces ignorado pecado original, nunca ha quedado bien
explicado. En primer lugar, porque incluso la inteligencia más
rudimentaria no tendría ninguna dificultad en comprender que estar
informado siempre es preferible a desconocer, sobre todo en materias tan
delicadas como son estas del bien y del mal, en las que uno se
arriesga, sin darse cuenta, a la condenación eterna en un infierno que
entonces todavía por inventar. En segundo lugar, clama a los cielos la
imprevisión del señor, ya que, si realmente no quería que le comiesen de
tal fruto, fácil remedio tendría la cosa, habría bastado con no plantar
el árbol, o con haberle puesto en otro sitio, o con rodearlo de una
cerca de alambre de espino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario