miércoles, 20 de marzo de 2013

SONATA A KREUTZER



Desde aquel momento, la relación limpia hacia la mujer ya no existía para mí y no podía existir. Me convertí en lo que llaman un depravado. Y cuando te conviertes en un depravado, adquieres una condición física parecida a la del borracho, fumador o drogadicto. Así como el drogadicto, el bebedor o el fumador ya no es una persona normal, la persona que anda con varias mujeres buscando sólo el placer ya no es una persona normal, sino una persona deteriorada para siempre. Así como al bebedor o al drogadicto se le puede conocer por su cara, por sus modales, así mismo ocurre con el depravado sexual. Éste puede contenerse, luchar contra sí mismo, pero la relación limpia, simple y clara hacia la mujer ya no existirá jamás. Se puede reconocer a un depravado por la forma en la que mira a una mujer joven: yo me convertí en un depravado, adquirí esa naturaleza, y ese hecho me destruyó.
 
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Resulta admirable la falacia tan grande existente en el hecho de pensar que lo bonito es bueno. La mujer bonita dice tonterías y al escucharlas no ves las tonterías sino una gran inteligencia. Si ella dice groserías, tú sólo ves algo fascinante. Y si ella no dice tonterías, ni hace barbaridades, entonces te das cuenta de que es una maravilla en lo tocante a la inteligencia y la mora.

[…]

En todas las novelas se describen los sentimientos de los héroes hasta el más mínimo detalle: las lagunas, los parajes que frecuentaban; pero al describir su amor hacia alguna mujer, no se detalla nada de lo que este héroe ha hecho con anterioridad: no se dice una palabra de las casas que frecuentaba, de las doncellas, de las cocineras, de las mujeres ajenas. Si existen esas novelas inapropiadas, no las dejan caer en las manos de las jovencitas. Al principio engañan a las chicas diciendo que este tipo de libertinaje, que llena la mitad de la vida de nuestras ciudades e incluso de nuestro pueblo, no existen en absoluto.

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