11. LOS DOS AMIGOS
Prosiguiendo mi carrera de
galanteos, habría llegado a poseer acaso a todas las mujeres que hubiera
deseado; pero en primer lugar tengo miedo al hastío, y luego, un don Juan… ¿qué
es un don Juan? Un reyezuelo de salón, una potencia de retrete que se eclipsa
delante de un guerrero afortunado, delante de un millonario bestia, y aun
muchas veces delante de un hombre de talento, que es mucho decir. Un don Juan
tiene que ocultar en el misterio la satisfacción de su dicha, y cuando la hace
pública, se limita a recibir incienso de una pequeña corte de aduladores
vulgares, que son al gran libertino lo que los lebreles son al cazador; es
decir, que sólo lamen la mano para obtener los restos de la presa. ¡Eso es
fastidioso…! Yo quiero algo más que semejantes goles mezquinos… Pero, chico,
nos engolfamos en una conversación estrafalaria, y noto que estoy
impertinentemente comunicativo.
19. EL PORVENIR
No hacía sino pocas horas que
le había revelado el estado de su alma, y ya le parecía que habían transcurrido
años de pasión y de ternura. Los amantes no miden la vida del alma por el
tiempo.
20. CONFIDENCIAS
…nada engaña más que el
corazón enamorado… por eso es preciso dejar que hable un poquito la cabeza.
[…]
El corazón no debe darse sino
como precio de un amor probado mil veces. El que resiste a estas pruebas y sale
airoso de ellas, ese es el merecedor de nuestro cariño. Pero amar en tan breves
instantes, es jugarse la vida.
[…]
Yo busco en el escogido de mi
corazón, la fuerza, la energía, la inteligencia y la elevación de sentimientos.
36. LA FATALIDAD
Yo no sé si en buena filosofía
estará admitir a la influencia de la fatalidad, yo ignoro esas cosas; pero el
hecho es que, sin haber hecho nada que me hubiese acarreado el castigo del
cielo, que sintiéndome con un alma inclinada a todo lo noble y bueno, he sido
muy infeliz y he visto cernirse siempre la tempestad de la desgracia sobre mi
humilde cabaña, al mismo tiempo que he visto brillar el cielo con todas sus
pompas sobre el palacio del malvado, que se levantaba frente a mí, insolente en
medio de su fortuna.
[…]
Cuando uno sacrifica un
sentimiento noble como el de la amistad, a las preocupaciones, no merece tener
amigos. Yo fui leal.
[…]
He leído dos; y como un
desgraciado busca siempre en lo que lee los pensamientos que están en
consonancia con sus penas y sus propias ideas, he copiado en ese papel esos
dos; guarde usted ese papel en su cartera, y cuando le vea, recuérdeme. Me es
grato pensar que usted me recordará. La memoria de un alma compasiva es la más
santa de las tumbas.