Pero ¿por qué esa manía de
querer encontrar explicación a todos los actos de la vida? Cuando comencé este
relato estaba firmemente decidido a no dar explicaciones de ninguna especie.
Tenía ganas de contar la historia de mi crimen, y se acabó: al que no le
gustara, que no la leyese. Aunque no lo creo, porque precisamente esa gente que
siempre anda detrás de las explicaciones es la más curiosa y pienso que ninguno
de ellos se perderá la oportunidad de leer la historia de un crimen hasta el
final.
Podría reservarme los motivos
que me movieron a escribir estas páginas de confesión; pero como no tengo interés
en pasar por excéntrico, diré la verdad, que de todos modos es bastante simple:
pensé que podrían ser leídas por mucha gente, ya que ahora soy célebre; y
aunque no me hago muchas ilusiones acerca de la humanidad en general y de los
lectores de estas páginas en particular, me anima la débil esperanza de que
alguna persona llegue a entenderme. AUNQUE SEA UNA SOLA PERSONA.
[…] Existió una persona que
podría entenderme. Pero fue,
precisamente, la persona que maté.