lunes, 30 de julio de 2012

GUACALITERATURA Y GUACAFRASES


La deformidad, la suciedad, el horror, la putrescencia y el asco, a diferencia de la Belleza, son eternos y se mantienen inamovibles en su esencia más abstracta; una gran mancha que devora todo su entorno y lo homogeniza en un solo concepto simple y tajante: lo feo. Así, la belleza –a diferencia de la Fealdad- es efímera y dura apenas lo suficiente como para que de inmediato la echemos de menos. La muerte y la extinción le muerden los talones a la Belleza apenas se asoma esta a la realidad, dejándonos ipso facto en la orfandad y el abandono. Así, pues, en el mundo de lo feo, estamos condenados a vivir una nostalgia estéril, perpetua, esperando a que la Belleza nos arrope con sus brazos embriagadores. ¡Despertad, pobres criaturas ingenuas! La Belleza es solo una maldición, un veneno que corrompe el alma de los desesperados.
Le Fils d’Incarnation, Espejismos.


[...]


-...con puras chafas pistas de baile para despertar el camaroncito restregándolo contra algún alga marina de fichera gacha...

-Y pues ni fredo, dijo Alpedo.

-...vengarme de ellas (porque yo sólo soy feliz cuando me vengo...)

-Tu ano es un klínex... arrugado y lleno de mocos.

-¡Hazme el refabrón cavor!

-¡Diantres flatulantes!

-...alzó la nalga y se reventó un estupendo pedo que debió dejarle sus pantalones flameados con lunares de cagada.

-¡Mujeres que no cojen, ¡a la verga!!

-Si volviera el amor, si tuviera un hermano, un amigo, un sueño en la mano, moriría ese dolor de buscar calor en el cruel laberitno de este vaso de alcohol, de estas calles sin sol.

-Cool es culero, naco es chido.

-¡Pues ai les va la de su mamar si güeso, hijos de la rechingada!

-¡No chupimames que gangrenas! ¡No me reinflames de piedritas los güevos!

-No te esponjes, tejido cavernoso.

-Y pues, ¡bang, dijo pistola!

-¡Ay, mamachita, te lo remamo en tu menstruación y chingo a mi madre si no mastico y me trago tu archipiélago de cuágulos!

lunes, 23 de julio de 2012

LOS RECUERDOS ME DAN FUERZA PARA SEGUIR ADELANTE


Me refiero a que tú, cuando encuentres a alguien que valga la pena, empezarás a sentirte más segura de ti misma. Porque, a la que te andas con medias tintas, fatal. En este mundo hay cosas que sólo puedes hacer sola y cosas que sólo puedes hacer con otra persona. Es importante ir combinando las unas con las otras.

[…]

Y ¿sabes qué pienso? –dice entonces-. Pues que para las personas, los recuerdos son el combustible que les permite continuar viviendo. Y para el mantenimiento de la vida no importa que esos recuerdos valgan la pena o no. Son simple combustible. Anuncios de propaganda en un periódico, un libro de filosofía, una fotografía pornográfica o un fajo de billetes de diez mil yenes, si los echas al fuego, sólo son pedazos de papel. Mientras los vas quemando, el fuego no piensa: “¡Oh, es Kant!”, o “Esto es la edición vespertina del Yomiuri Shinbun”, o “¡Buen par de tetas!”. Para el fuego no son más que papelotes. Pues sucede lo mismo. Recuerdos importantes, otros que no lo son tanto, otros que no tienen ningún valor: todos, sin distinción, no son más que combustible. –Kôrogi asiente como para sí. Luego prosigue-: Y ¿sabes? Si a mí me faltara ese combustible, si dentro de mí no hubiera esa especie de cajón de recuerdos, hace tiempo que, ¡crash!, me habría partido en dos. Y me habría muerto en cualquier rincón, tirada como un perro. Gracias a ese montón de recuerdos, valiosos o insignificantes según el momento, que van saliendo del cajón, puedo seguir viviendo, soy capaz de soportar esta pesadilla. Aunque a veces me diga a mí misma que ya no puedo más, los recuerdos me dan fuerza para seguir adelante.

lunes, 16 de julio de 2012

UNA NOTA ACLARATORIA SOBRE LA LOCURA


La locura no es divertida. Y cuando se vive en compañía, menos aún.

Cada locura crea un mundo inaccesible. Si algo no es social, es la demencia. Primera paradoja: lo que ustedes llaman “la locura”, es un alfabeto pervertido, una torre Eiffel diseñada para el descenso del cielo. Una serie de mensajes envenenados.

La locura es la gran constructora de lo contrario. Con los mecanismos que habitualmente se usan enlazarse con otros, ella utiliza la comunicación para desinformar a uno mismo y a los demás. La locura es la gran bruja mentirosa suprema.

La locura es engaño y la demencia es soledad. ¿Estamos?

Cada locura se cierra sobre sí misma y constituye un espectáculo terrible para los demás, si es que en este mundo alguien puede percibirla como tal. Que unos coman tierra, que otros busque cosas en el paisaje que no están más que en una esquina recóndita de su mente; no son más que muestras exteriores. El verdadero monstruo no es tan visible, es el hombre combatiendo contra un diablo persona e intransferible que lo derrota día a día. Hay locuras lúcidas, divertidas, exóticas y desde luego inocentes, y las hay terribles, sangrientas, como maremotos que a su paso destruyen todo, llenan de dolor, brotan como violencia.

Y a veces esos demonios son contagiosos.

La locura es el infierno.

Lo sé, porque he vivido en él y dentro de él. Con ellos y conmigo.

Y uno se aferra a confirmarse en la visión de los demás e intenta una vida propia inteligente. ¿Y cuando los demás devuelven nuevas deformaciones a la visión del espejo? Por eso no siempre la razón te permite ser los otros, entender a los otros, verte con sus ojos. Uno sale de las brumas. La Nada. Y nada en un mar nocturno viscoso; y la memoria no ayuda: ¿Quién era ayer? ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo me llamo? ¿Por qué observo con tanta atención las manches de humedad en la pared de los lavaderos intentando extraerles sentido? ¿A qué le tengo miedo? El horror de tenerle pánico al miedo. Intento nadar. La mente nada elegantemente entre las brumas. Y hay que aferrarse a su voluntad de estar a flote, porque aunque duela, sólo eso impide el abandono, el dejarse ir hacia el fondo, la tentación del fracaso, el permiso a la derrota y el hundirse en el caos de las libres asociaciones, las manías, las obsesiones, la libertad.

La lucidez es una cárcel repleta de reglas y sacrificios. Duele. Pero mata a los monstruos, detiene el viaje hacia el infierno.

La lucidez es lo contrario a la libertad, pero la derrota lo es y más aún. Calderón de la Barca, en su inmenso ingenio se equivocaba. Cito por el placer de evocar el sonido de los versos:

Sólo quisiera saber,
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pudo ofender,
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?

Iluso Calderón, inocente su dios. No hubo maligna elección. Nada tiene que ver el dios de Calderón con todo esto. La locura es humana, es una elección personal ante la incapacidad de vivir con uno mismo, es terrenal, es infernal.

Sólo la lucidez es el paraíso.

jueves, 12 de julio de 2012

INTERRUPCIONES E IRRUPCIONES



Escribir una novela es fundamentalmente un acto de impudor. Peinarse es también un acto de impudor, sobre todo porque se hace tendiendo a disimular la cicatriz que corre en el límite con el nacimiento del pelo. Pero peinarse es un acto de pudor menor, mientras que escribir es grave. Es enmascarar la realidad, es ocultar los miedos, reinventar las cosas que se dijeron, y sobre todo, a las personas que las dijeron.

Hay una cierta perversidad en escribir una novela, me digo. Es algo que no se puede hacer con un peine de carey. Quizá sea por eso por lo que en las noches me quitan la pluma estilográfica, no como ellos dicen para impedir que accidentalmente me la clave en la garganta (¡Qué absurdo! Lo más que eso produciría sería una ronquera permanente), sino para que no mate a alguien revelando la oscuridad de sus miedos, sus secretas pesadillas, sus orgullos malsanos, sus violaciones al honor, su falta de patria, de sentido común. Impiden que los lleve al ridículo profundo, el de los granos en el culo y las babeadas nocturnas.

Y desde luego, me dejan el peine, porque piensan que nadie puede matarse usando un peine de carey.

Por cierto, lector, me gustaría tener un funeral con mariachis.

[…]

He perdido cosas por el camino. Me he encontrado y perdido a mí mismo muchas veces. Podría terminar así, en seco, de repente, a mitad de una frase, de una pala…

Escribo sin esperanza la palabra maldita, la palabra mortal, la palabra interminable, la palabra inicial: “Fin”.